bajareque que se sostiene atado a la tierra
con bejucos abrazados que drenan sus mieles,
que tienden brazos sinuosos
que resisten las varillas del tiempo.
Ser del barro
sin adentro, sin afuera
plantación de barro
carnaval del barro
cuerpo de barro
sostenido por el barro que la alimenta.
Memorias del barro
casa que no será jamás casa arrasada
ni casa muerte, ni casa ausente
que emerge una y todas las veces
por los signos de los signos
del barro y las manos que la levantan.
Ojos de barro
atinajados que destilan
aguas embrionarias
originarias de la montaña grande pok diu
en su cruce mítico con congos y loangos
todos del barro
ni de adentro, ni de afuera.
Mujer de barro
sedimentada en las arcillas
de piedras prehistóricas que corren
en desbandadas desde la cumbre paraguariba
hasta refrescarse en la represa del Isiro
y ser liberada en el azul del inmenso caribe.
Casa y mujer de barro.
Una casa de barro que cae
es la tierra que sabe de calor ausente,
del calor humano que sostiene el bajareque
sin el cual el barro se repliega
vuelve a la tierra y yace dormido
como los huesos que con ella se funden
hasta el siguiente despertar
en nuevas generaciones de bajareques.
Lilia Ferrer Morillo
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