En la mesita de noche
guardo una vieja lámpara de aceite
con su mechurrio dispuesto
por si se devuelve la penumbra
que nunca pasa de largo.
guardo una cuchara de plata
que hará las veces de pequeña pala
con la que extraer los renacuajos imaginarios
que aprovechan la penumbra
para adentrarse en mis sueños.
Del otro lado del muro
las mandevillas amarillas afinan sus gargantas
para leerme el poema que no cesa
el de ladrillos rojos del kimbundu originario
que se pronuncia en todas las lenguas
de la Madre África.
Una batería dispuesta para hacer del sueño
el lugar privilegiado que todo lo puede
hasta acortar las cartografías que nos separan.
Lilia Ferrer-Morillo
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